MOLONGO, EL FIEL LABRADOR DE JUAN
Llega a nuestra familia peluda la historia del que fue el mejor perro que he visto en mi vida: Molongo.
Molongo fue un labrador que Juan acogió siendo ya un perro adulto. Un perro que sin haber crecido desde cachorro con él, fue el más fiel.
Un perro que nació dotado de algo especial. Era muy listo, aprendió todo tipo de trucos en poco tiempo, como son los típicos sienta, patita, tumba, salta, a coger todo tipo de cosas ( sólo hacía falta decir ¡apor!).
Pues bien, me voy a centrar en tres historias.
Este maravilloso perro, siempre pensaba en sus compañeros. Hubo una vez que entre todos encontraron el pienso y se comieron la ración de varios días... Al día siguiente de no comer, Molongo empezó a recolectar fruta de los árboles, la zona por la que él alcanzaba estaba vacía, como el suelo. ¡Y se llevaba la fruta a su comedero!
Su novia la Negra, era un trasto, una vez se metío escarbando por debajo
de la valla en el jardín. Y no pudo salir. Pues Molongo le recolectaba
frutas, y le llevaba comida. He visto personalmente como le llevaba el
pan duro.
Tuvieron varias camadas de cachorros.
El día que Molongo fue por primera vez de caza, no lograron cazar nada, pero el perro aun así nos traía los patos de cebo.
Le encantaba bañarse, cada dos por tres se metía en el agua.
A la hora de dar media vuelta, porque el día comenzaba a oscurecer, Molongo iba caminando por lo alto de un terraplén. Su dueño, sin saber dónde estaba le silbó, y el perro sin dudarlo, a pesar de la gran altura ue había, saltó. Desgraciadamente se hizo mucho daño en una pata al caer mal. Inmediatamente fue llevado al veterinario y lo vendó. No había manera de inmovilizarlo, él tenía que seguir a su amo fuera donde fuera.
Y esa noche durmió con nosotros, le encantaba quedarse en frente de la chimenea.
Para acabar, voy a relatar una parte de su vida que fue bastante triste. No se sabe cómo, lo robaron. Juan lo buscó por todos lados. Durante días, semanas....meses y meses... No aparecía. Sólo el sabrá la tristeza que causaría tal desafortunado suceso. No había día en el que no se nombrara al perro.
Llegando a la finca donde vivía antes de desaparecer, su amo vio un perro que se acercaba a lo lejos. Este perro se acercó del todo, y Juan, sin poder creerselo, lo llamó por su nombre, y como prueba final, Molongo contestó a todas las órdenes que anteriormente había aprendido.
Llegó muy demacrado.... Estaba muy cansado, probablemente deshidratado, tan en los huesos que las costillas se le veían claramente, con heridas por todo su cuerpo.... Así se quedó, por fin pudiendo descansar de todos los malostratos y malos ratos que le hizo pasar el mala sangre que lo robó. Nunca llegó a recuperarse del todo.
Pero puedo asegurar que los últimos años de vida de este perro, fue el más feliz. Estuvo viviendo con otra perrita de labrador más, acompañaba siempre a su amo, comía su fruta y el pan duro que tanto le gustaba todos los días. Fue muy querido.
Te recordamos con muchísimo cariño, Molongo.
Llega a nuestra familia peluda la historia del que fue el mejor perro que he visto en mi vida: Molongo.
Molongo fue un labrador que Juan acogió siendo ya un perro adulto. Un perro que sin haber crecido desde cachorro con él, fue el más fiel.
Un perro que nació dotado de algo especial. Era muy listo, aprendió todo tipo de trucos en poco tiempo, como son los típicos sienta, patita, tumba, salta, a coger todo tipo de cosas ( sólo hacía falta decir ¡apor!).
Pues bien, me voy a centrar en tres historias.
Este maravilloso perro, siempre pensaba en sus compañeros. Hubo una vez que entre todos encontraron el pienso y se comieron la ración de varios días... Al día siguiente de no comer, Molongo empezó a recolectar fruta de los árboles, la zona por la que él alcanzaba estaba vacía, como el suelo. ¡Y se llevaba la fruta a su comedero!
Tuvieron varias camadas de cachorros.
El día que Molongo fue por primera vez de caza, no lograron cazar nada, pero el perro aun así nos traía los patos de cebo.
Le encantaba bañarse, cada dos por tres se metía en el agua.
A la hora de dar media vuelta, porque el día comenzaba a oscurecer, Molongo iba caminando por lo alto de un terraplén. Su dueño, sin saber dónde estaba le silbó, y el perro sin dudarlo, a pesar de la gran altura ue había, saltó. Desgraciadamente se hizo mucho daño en una pata al caer mal. Inmediatamente fue llevado al veterinario y lo vendó. No había manera de inmovilizarlo, él tenía que seguir a su amo fuera donde fuera.
Y esa noche durmió con nosotros, le encantaba quedarse en frente de la chimenea.
Para acabar, voy a relatar una parte de su vida que fue bastante triste. No se sabe cómo, lo robaron. Juan lo buscó por todos lados. Durante días, semanas....meses y meses... No aparecía. Sólo el sabrá la tristeza que causaría tal desafortunado suceso. No había día en el que no se nombrara al perro.
Llegando a la finca donde vivía antes de desaparecer, su amo vio un perro que se acercaba a lo lejos. Este perro se acercó del todo, y Juan, sin poder creerselo, lo llamó por su nombre, y como prueba final, Molongo contestó a todas las órdenes que anteriormente había aprendido.
Llegó muy demacrado.... Estaba muy cansado, probablemente deshidratado, tan en los huesos que las costillas se le veían claramente, con heridas por todo su cuerpo.... Así se quedó, por fin pudiendo descansar de todos los malostratos y malos ratos que le hizo pasar el mala sangre que lo robó. Nunca llegó a recuperarse del todo.
Pero puedo asegurar que los últimos años de vida de este perro, fue el más feliz. Estuvo viviendo con otra perrita de labrador más, acompañaba siempre a su amo, comía su fruta y el pan duro que tanto le gustaba todos los días. Fue muy querido.
Te recordamos con muchísimo cariño, Molongo.
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